La Ola
Esta película
dirigida por el director Dennis Gansel, muestra la creación de una sociedad
despótica en el contexto del aula. En un instituto de Alemania, el profesor
Rainer Wenger, al que corresponde desarrollar un proyecto de autocracia con su
clase, se propone recrear este tipo de estructura social con sus alumnos, dando
respuesta al hecho de que estos no consideren posible otra dictadura en su país. Durante este experimento educativo, se
proclama a sí mismo líder, figura de autoridad, infundiendo disciplina y
control sobre su alumnado. En poco tiempo una energía absolutista absorbe toda
la clase, desencadenándose una ola imparable de opresión y violencia.
Podemos
encontrar muchos ejemplos a lo largo de la historia que demuestran que la
legitimación de un régimen despótico y autoritario se da con mayor frecuencia
de la que podríamos suponer. Esto nos lleva a reflexionar en torno a las
variables psicosociales implicadas en el proceso de aceptación y asimilación de
una estructura social que coarta la autonomía y las libertades individuales y
promueve la uniformidad y la disciplina.
Ya en los años 70 Stanley Milgram llevo a cabo un experimento –el
experimento de la prisión de Standford- mediante el cual demostró que personas ordinarias ante una orden de una figura con apenas un poco de autoridad, son capaces de actuar en contra de sus principios y sus creencias, en ocasiones con crueldad. Al incorporarse a un sistema autoritario, el individuo ya no se percibe como un actuante movido por sus intereses, sino como un agente al servicio de los deseos ajenos, dándose las condiciones adecuadas para la aparición del fenómeno denominado obediencia ciega ala autoridad. Este fenómeno, a su vez, trae consigo difusión de responsabilidad, error fundamental de atribución, apatía, deshumanización, conformidad no crítica con las normas del grupo, abuso de poder y otros aspectos que generarán un caldo de cultivo idóneo para la aparición y perpetuación del despotismo, la desigualdad, la violencia y demás valores antidemocráticos.
Establecido
lo anterior, queda de manifiesto la necesidad de trabajar desde la educación
para la promoción de una ciudadanía cívica atenida a valores democráticos tales
como la igualdad, el respeto y la libertad. Para ello, es fundamental, desde el
contexto educativo, proporcionar a las personas los conocimientos y las destrezas necesarias para que se perciban a sí mismas como sujetos activos en los procesos de toma de decisiones. Deben interiorizar que son responsables de sus actos y adquirir habilidades para actuar en base a sus creencias evitando la transferencia de decisiones a la figura autoritaria o al grupo. Es necesario educar a las personas para que sean capaces de desobedecer si lo que se les pide entra en conflicto con sus valores morales, educar para que tengan pensamiento crítico y valores firmes, y sepan defenderlos.
En definitiva, la obediencia ciega es consecuencia de una educación en la que se presupone que la obediencia a la autoridad prima sobre otros valores. El cambio real proviene de establecer la libertad y la autocoherencia como valores primarios.
A modo de conclusión, la siguiente viñeta publicada en la revista New Yorker recoge fielmente la esencia del mensaje que viene a transmitir la ola.
“No soy ni el poli bueno ni el poli malo,
Jerome. Como tú soy una amalgama compleja de cualidades positivas y negativas
que surgen o no, dependiendo de las circunstancias”